Cada persona tiene su definición de pecado, su propia opinión sobre este tema.
– Uno dirá: Es una idea de la Edad Media inventada por la iglesia para asustar a los fieles y mantenerlos subyugados.
– ¿El pecado?, responderá otro. Esa palabra se refiere a un asesinato, a una violación, a una malversación de fondos, a crímenes contra la humanidad, a todas esas cosas que merecen la cárcel. ¡Yo no hago nada de eso!
– Una tercera persona tratará de convencernos: afortunadamente somos menos severos hoy que en otro tiempo. Las antiguas nociones de pudor, de pureza e incluso de fidelidad en el matrimonio son anticuadas. Conllevan mucha hipocresía…
Pero lo importante no es cómo definimos el pecado usted y yo, sino cómo lo juzga Dios; esto lo muestra él en la Biblia. El pecado es toda acción contraria a la voluntad de Dios, o que no la tiene en cuenta. Por ejemplo, toda mentira es un pecado. Dios es santo y debe condenar el pecado, pero lo perdona gracias al sacrificio de Jesucristo, quien murió en nuestro lugar.
¿Y a quién perdona? Las respuestas también son diferentes. ¿A los mejores? ¿A los menos culpables? No, responde la Palabra de Dios. Una sola condición basta para que usted, yo, o el peor criminal seamos perdonados: “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). “La dádiva de Dios” mencionada en el versículo de hoy es para todo el que se arrepiente, cree en el Señor Jesús y lo reconoce como su Salvador.
1 Reyes 4 – Marcos 7:24-37 – Salmo 52 – Proverbios 14:33-34