Me están esperando en una ciudad que no conozco. Voy conduciendo mi auto, y estoy cerca de mi destino, pero me cuesta ubicarme, sobre todo en medio del estrés provocado por el pito de los vehículos. Prefiero estacionarme para conectar el GPS*. En poco tiempo el sistema me ubica; introduzco el nombre de la calle que busco, y rápidamente el itinerario aparece en la pantalla. Sigo las instrucciones y pronto escucho esa voz que me asegura: “Usted ha llegado a su destino”.
Pues bien, para nuestra vida ¡la Biblia es mucho más que un GPS! Ella es el método seguro que conduce al objetivo deseado. En un asunto tan serio, no confiemos en la intuición o en los consejos de personas cuya competencia ignoramos, porque esto solo puede desviarnos. El ser consciente de que estoy perdido me muestra la necesidad de recurrir a la Biblia.
Primera pregunta: ¿Dónde estoy? ¿Me encuentro en un callejón sin salida? Llamémosla, por decir algo, la calle de la Perdición, de la Desesperación, del Pecado, de la Muerte. ¿Realmente deseo permanecer en ese lugar siniestro y sin salida? ¡No, es tiempo de salir!
Segunda pregunta: ¿Cuál es mi destino? No busco la muerte, sino la vida, la vida eterna. La Biblia me indica un itinerario perfecto. Jesús dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47). Y todos los que creen escuchan entonces este feliz mensaje: “Vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios… tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
*GPS : sistema de posicionamiento vía satélite.
1 Reyes 2:26-46 – Marcos 6:30-56 – Salmo 51:6-12 – Proverbios 14:29-30