Si tomo el avión, confío en el piloto. A partir del despegue ya no puedo controlar nada.
Con respecto a Dios sucede más o menos lo mismo. ¡Creo que él ordenó escribir la Biblia, pues cuenta la historia del hombre con una lucidez que da miedo! Anunció por anticipado hechos con una precisión sorprendente. Habla con una autoridad que hace enmudecer a los más arrogantes. No puedo hacer nada más que inclinarme ante este libro que me habla sobre Dios, ámbito en el cual solo puedo aprender.
Tener fe en Dios es creerle, creer lo que mandó escribir en la Biblia. Dios nunca miente. En la Biblia leemos hechos históricos, por ejemplo, el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Creemos estos hechos.
Creo lo que Dios dice cuando afirma que me ama. Creo en Dios cuando dice que después de la muerte los hombres que creyeron en Jesús irán a un lugar de felicidad, y los que no creyeron irán a un lugar de tormentos. Dios dice que perdona al pecador que se arrepiente, y yo lo creo. Dice que me hace perfecto para siempre mediante el sacrificio de Cristo, y lo creo. Me asegura que me ama, pero odia mis pecados, y lo creo. Creo todo lo que Dios dice en la Biblia, pues Dios es verdadero y no puede mentir.
Miles de personas depositan su confianza en Dios cada día. Sufren todavía las dificultades de la vida, es cierto, pero también experimentan la paz y el gozo. La fe honra a Dios, y él bendice a los que confían en él.
Ezequiel 11 – Hechos 20:1-16 – Salmo 33:16-22 – Proverbios 11:21-22