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Así prosiguió su dolorosa reflexión, ¡pero de repente apareció la luz! Dios le mostró el fin del camino de los malos. La pendiente que seguían los llevaba directamente al desastre. Su prosperidad en la tierra solo era una ilusión. Entonces Asaf se alegró de conocer a Dios y valoró su presencia: “En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien”. Quiso alabar al Señor.
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En realidad, los que no depositaron su confianza en Dios y se dejan llevar al mal, a menudo tienen que sufrir las consecuencias de sus actos, pero sobre todo un día serán juzgados por Dios. Al contrario, creer en el Señor Jesús y hacer lo que le agrada es sin duda un combate, pero deja la conciencia libre y hace realmente feliz.
¡Qué privilegio poder orar con confianza al Señor! La presencia de Dios es una fuente de gozo… que solo el creyente conoce.
2 Samuel 10 – Hechos 2 – Salmo 23 – Proverbios 10:1-2