¿Hay alguien que nunca haya oído hablar del amor de Dios? Dios demostró este amor al enviar a su Hijo al mundo; descubrimos este amor en cada página de los evangelios. Es la fuente de todo el bien que Dios quiere para nosotros. El texto citado en el encabezamiento: “Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros” muestra que este amor es muy concreto en sus consecuencias para aquel que lo acepta. Traduce una relación viva, confiada y personal con Dios.
En efecto, el punto central de la fe cristiana es el amor que Dios nos manifiesta:
1. Como Creador, pues en el origen de nuestra existencia está el amor;
2. Como Salvador, “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Su amor alcanza lo más profundo que hay en mí: puedo llamarlo Padre. Es incondicional, pues Dios me acepta tal como soy; es fiel, pues Dios nunca me abandonará.
Dios conoce mis sentimientos, mis pensamientos, mis inclinaciones y mis emociones. Conoce mi fuerza y mi debilidad. Me ve cuando sonrío y cuando estoy triste, en la salud o en la enfermedad. Él escucha mi voz, oye el latido de mi corazón… Dios está muy cerca, me conoce más de lo que yo me conozco a mí mismo, y me ama. La fe es la conciencia de esta intimidad con el Dios de amor, y con su Hijo, el Señor Jesús, “el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
1 Samuel 19 – Mateo 15:21-39 – Salmo 16:7-11 – Proverbios 4:20-27