Cierto día, en una ciudad china, las autoridades mandaron quemar todas las Biblias y los libros cristianos. Pero las Biblias son libros gruesos y arden lentamente. Por ello, uno de los espectadores logró arrancar una página a una Biblia que estaba consumiéndose.
Fue así como, durante años, la iglesia clandestina de esta ciudad solo dispuso de esta única página de las Sagradas Escrituras. Era la página en la que el apóstol Pedro, después de haber declarado que Jesús es el Hijo del Dios viviente, recibió la hermosa respuesta: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Pudieron vivir la realidad de esta promesa a pesar de la furia de un gobierno totalitario.
Desde el comienzo, la Iglesia, es decir, el conjunto de los que creen en Jesucristo, ha tenido muchos enemigos que quieren destruirla, desde los emperadores romanos hasta los regímenes anticristianos de nuestra época. Pero los imperios pasan y la Iglesia permanece. A veces tiene que esconderse, agachar la cabeza bajo el peso de las persecuciones. En los países prósperos, donde reinan la inmoralidad y la arrogancia, muchos se burlan de ella, e incluso blasfeman. Pero la Iglesia sabe que está del lado del Vencedor, de Jesús glorificado en el cielo. Por ello espera paciente el regreso de su Señor. “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero… Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:10-11).
Deuteronomio 4:1-24 – Juan 3:22-36 – Salmo 114 – Proverbios 24:30-34