Hablamos del instinto de las aves migratorias, pero los términos empleados en estos versículos nos dan a entender que estas aves también tienen cierta inteligencia. La habilidad de realizar con éxito migraciones a largas distancias es simplemente extraordinaria. El impulso que les permite recorrer miles de kilómetros para regresar al lugar de su nacimiento es fascinante.
En el corazón de la Biblia encontramos esta expresión conmovedora: “Como pájaro que vaga de su nido, así es el hombre que vaga de su lugar” (Proverbios 27:8, V.M.). El hecho de vagar nos hace pensar en todas esas búsquedas de seguridad, de identidad o de sentido de la vida. ¿Qué lugar es ese que el hombre busca con tanto deseo, pero que le cuesta tanto encontrar? En otro texto de la Biblia también dice: “Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos… Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo” (Salmo 84:3, 2).
Dios nos dio la capacidad para escuchar sus llamados imperativos, para dirigirnos hacia la meta que nuestros ojos aun no ven. Esto es un poco la definición de la fe. No se trata de inventar un camino, sino de reconocer el que Dios nos traza hacia nuestro Salvador Jesucristo, y responder sin tardar a su llamado de amor.
Cada ave migratoria se orienta gracias a distintos sistemas según la especie, como el uso de una brújula solar, o con otras habilidades. El Creador las ha dotado de capacidad para alcanzar su meta sin perderse. Así sucede con el hombre que responde al llamado de Dios, el Señor lo guía, no por sus instintos, sino por la Biblia, hasta llegar a su destino, la casa del Padre.
Deuteronomio 13 – Juan 8:1-30 – Salmo 118:21-29 – Proverbios 25:20-22