Antes de subir al cielo, Jesús resucitado le dijo a Pedro que él moriría como mártir. Pedro le preguntó qué sucedería con Juan. Jesús le respondió: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?”. Esta respuesta fue malinterpretada, y se corrió el rumor de que Juan no moriría.
Imaginémonos la confusión de los cristianos que habían creído este rumor, cuando el apóstol Juan murió, y las preguntas que pudieron hacerse: «¿Jesús se había equivocado? ¿O tal vez su venida ya había tenido lugar y los había olvidado?». ¡Qué efecto tan desastroso tuvo este falso rumor en su fe!
Esta es una seria advertencia para nosotros. Muchas ideas falsas se han difundido entre los cristianos, porque se ha escuchado superficialmente la Palabra de Dios, y se le han añadido pensamientos personales. Estos conceptos erróneos, aceptados por muchos, pueden causar un gran daño entre los creyentes. Son perjudiciales para la fe, producen desorden y confusión.
Hoy la Biblia, la Palabra de Dios, está completa y constituye “las Escrituras”. Ellas, y solo ellas, son autoridad para los cristianos. Cualquier cosa que el hombre añada no tiene autoridad divina y puede desviarnos completamente.
Sigamos el ejemplo de los cristianos de Berea, es decir, escudriñemos las Escrituras cada día para verificar lo que oímos: “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres” (Hechos 17:11-12).
Daniel 7 – 2 Juan – Salmo 78:65-72 – Proverbios 18:20-21