Sucedió en Rusia, en 1980. Unos cristianos finlandeses, responsables de una estación de radio misionera, fueron autorizados para viajar a la ciudad de Riga (Letonia, parte de Rusia en aquel tiempo). Estaban invitados en una familia para una comida, al igual que una anciana que venía de lejos para conocerlos. Esta contó su extraña historia.

Vivía sola en un pueblo grande. Una noche sintonizó el programa de la radio misionera: por primera vez en su vida escuchó una predicación del Evangelio. Cuando el programa terminó, apagó la radio, juntó las manos y recibió a Jesucristo como su Salvador.

Así comenzó su vida cristiana. Continuó escuchando estos programas radiales y así pudo disponer de una enseñanza bíblica. Pero una duda ocupaba su mente día y noche: ¿Sería ella la única cristiana en esa región? ¿Habría otros cristianos? No los conocía.

Prudentemente empezó a interrogar a los habitantes del pueblo. Hacía una pregunta aquí, otra allí… Para su gran sorpresa encontró a una mujer que confesó su fe en Jesucristo, luego una familia, y otra persona… En su pueblo había una «iglesia radiofónica». ¡Ella no era la única que había respondido al llamado de Dios! Ahora podía vivir su fe cristiana con otros.

“Como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir… así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11).