El 18 de diciembre del 2009 las portadas de los periódicos americanos hablaban de la liberación de James Bain. Este hombre acababa de pasar 35 años en la cárcel, acusado de haber violado a un niño. Pero un test de ADN demostró que James era inocente. Como reparación recibió del estado de Florida 50. 000 dólares por cada año pasado en la cárcel.
Este hombre, acusado falsamente, nos hace pensar en la condena injusta y en la pena de muerte infligida a un hombre llamado Jesús, hace más de dos mil años. Pero en este caso no se trató de un error judicial, sino de una decisión inicua del tribunal de la época. Pilato declaró que Jesús no había cometido ningún crimen, sin embargo, lo condenó a muerte (Lucas 23:4). Jesús era Dios, y podía destruir fácilmente a sus jueces y verdugos; sin embargo, dejó que lo condenasen, pues su muerte formaba parte del plan de Dios para salvar a los hombres.
Pero la historia no se detiene ahí. Jesús será enaltecido ante todos. Crucificado un viernes en la tarde, no permaneció en la tumba: ¡Resucitó el domingo por la mañana! Sus discípulos pudieron verle y hablar con él durante 40 días. Luego subió al cielo, donde espera el día en que Dios, su Padre, hará resplandecer su gloria ante los ojos de todo el universo. No solo será reconocido como el “que no conoció pecado”, sino que todos lo verán como el
1 Reyes 15 – Marcos 14:53-72 – Salmo 60:1-5 – Proverbios 15:25-26