Quizás en su casillero aparezcan folletos publicitarios anunciando que la suerte lo ha designado, que un regalo le será enviado gratuitamente, etc. Ofertas similares llegan a nuestro correo electrónico, con una avalancha de publicidad apenas abrimos el internet. Prometen salud, fortuna, fama. Es sorprendente ver el éxito alcanzado entre las multitudes por estos mercaderes de ilusiones.
Sin embargo, la gente es mucho más reacia y desconfiada cuando se trata de las promesas de Dios. A menudo la gracia de Dios tropieza con corazones endurecidos. Muchos oídos, abiertos a las más mentirosas promesas, permanecen sordos al llamado de Dios. Unos piensan que no tienen necesidad de nada, y menos de Dios; el mundo les basta. Otros tratan de construir su propia felicidad.
Sin embargo, el Señor Jesús ofrece la sanidad al alma, el reposo a la conciencia, la paz del corazón. Él quiere dar la vida eterna a todo el que cree que Jesús tiene poder en la tierra para perdonar pecados (Lucas 5:24). ¿Quiénes recibirán ese regalo ofrecido gratuitamente por el Dios de amor? Los que reconozcan que el mundo no les satisface, a quienes su conciencia no los deja tranquilos, aquellos para los que todo se desploma y se desmorona en la tierra, y humillados se vuelven a Dios.
¡Clame al Salvador, él le responderá! Su corazón está atento al llamado, y su mano lista para socorrerlo. Jesús dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Números 29 – Lucas 7:1-23 – Salmo 85:8-13 – Proverbios 19:22-23