La Buena Semilla: Martes 25 Enero
Martes
25
Enero
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Hebreos 11:1
El salto de la fe

El escritor americano Sheldon Vanauken evoca el combate interior que precedió su conversión en Oxford. Se preguntaba cuál era el papel de las pruebas en el ámbito de la fe. Esto fue lo que escribió:

“Hay un abismo entre lo probable y lo probado. ¿Cómo pasar de un lado a otro?”. Para poder creer que el Cristo había resucitado, Sheldon necesitaba certezas, pruebas, como las que el Cristo había dado a sus discípulos, por ejemplo comiendo un poco de pescado después de su resurrección. Pero él dijo: “No tenía nada de eso. La pregunta para mí era saber si, a pesar de todo, yo iba a aceptar a Cristo, o a rechazarlo. El salto de la aceptación (el de la fe) era, por supuesto, una apuesta que me aterrorizaba, pero ¿qué decir de su rechazo? No tenía ninguna certeza: ¿Jesús era o no era Dios? ¡Esto era insoportable! Pero no podía rechazar a Jesucristo. Me quedaba una sola cosa por hacer: Dejar de lado el abismo de mis incertidumbres y pasar por encima de mis dudas para ir a Jesús”.

Para algunos, creer en Jesucristo como Salvador significa dar un salto peligroso, pero no se trata de un salto irracional al vacío. Somos recibidos con toda seguridad por un Dios vivo que es amor y que nos espera con los brazos abiertos. “La fe es un abandono alegre a la bondad invisible de Dios”, dijo Martin Luther.

Dios da pruebas de su amor al corazón del que deposita su confianza en él, por su Palabra que es “viva y eficaz… y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

Génesis 28 – Mateo 16:1-12 – Salmo 17:1-5 – Proverbios 5:1-6