Lo importante, dice la gente, es alcanzar los objetivos que nos hemos fijado. Deseamos triunfar, primero en la escuela. Luego, una buena formación nos llevará a un primer empleo apasionante, sin olvidar el deporte, los viajes, el ocio…
Además, según la opinión general, hay cosas todavía más importantes, que son: la salud, la búsqueda del bienestar: alimento, sueño, relajación de todo tipo… No obstante, nadie está libre de sufrir un accidente, una enfermedad…
El Señor Jesús presentó el caso de un hombre que puso su confianza en los bienes que había adquirido, y basó su seguridad en ellos (Lucas 12:13-21). Estaba preparado para disfrutar de sus bienes durante “muchos años”, pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”.
La búsqueda y la administración de las riquezas terrenales le habían hecho olvidar a Dios. Cuando descubrió su error y su locura, ya era demasiado tarde.
Lo más importante, lo más urgente, es buscar “el reino de Dios y su justicia”, dicho de otro modo, reconocer la autoridad de Dios en mi vida y tratar de agradarle. El hombre no puede entrar en ese reino si no nace de nuevo (Juan 3:7), si no es justificado por Dios y ante él. En el evangelio de Juan (cap. 3:16), Jesús nos muestra cómo recibir esta vida nueva y esta justicia: es necesario creer en él. Entonces el creyente vivirá, desde ahora aquí en la tierra, lo que es el reino de Dios: justicia, paz y gozo.
2 Samuel 19:1-23 – Hechos 8:26-40 – Salmo 27:1-4 – Proverbios 10:19