– Me gustaría ir como misionero, dijo un joven al evangelista Torrey.
– ¿Eres cristiano?, le preguntó Torrey.
– Desde siempre.
– Pero, ¿has nacido de nuevo, como Jesús le preguntó a Nicodemo?
El joven se sorprendió mucho. Sin embargo, esta pregunta es fundamental. Torrey comprendió que debía ir más lejos.
– ¿Has pensado que puedes ser culpable del pecado más grande que una persona puede cometer?
– Por supuesto que no; he llevado una vida ejemplar. ¡No soy un asesino!
Entonces Torrey sacó su Biblia y le pidió que leyera los versículos citados en el encabezamiento. Luego le dijo:
– Sí, amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente es el primer y el más grande mandamiento. Entonces, ¿cuál será el pecado más grande?
– Transgredir ese mandamiento.
– Así es; pero ¿has cumplido ese mandamiento? ¿Siempre has amado a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu energía? ¿Le has dado el primer lugar en tu vida, en todos los aspectos?
– Estoy bastante lejos de ello. Por lo tanto soy culpable.-Y su conciencia se despertó. El joven añadió pensativamente:
– He cometido el pecado más grande. Y ahora soy consciente de ello por primera vez.
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15).
Jeremías 7 – Lucas 13:18-35 – Salmo 90:1-6 – Proverbios 20:22