En la historia del rey David hallamos un episodio conmovedor. Estando en campaña con algunos de sus guerreros, halló en el campo a un hombre egipcio medio muerto de hambre. Después de alimentarlo y cuidarlo, le preguntó sobre su origen y su historia. He aquí la respuesta de este desventurado: “Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo” (1 Samuel 30:13). Se había convertido en una carga y simplemente se deshicieron de él.
Este deplorable comportamiento, ¿es de otras épocas? Lamentablemente no. Muchos lectores pueden sentirse abandonados, como este egipcio. Hombres o mujeres abandonados por sus cónyuges a los que ya no agradan, ancianos abandonados por sus familias, personas despedidas de su trabajo por la única razón de que ya no son lo suficientemente productivas…
¿Qué hacer, a quién acudir? Los versículos de hoy nos invitan a confiar en Jesús. Él nunca nos defraudará ni nos abandonará. Nos ama tanto que estuvo dispuesto a morir para darnos la vida eterna. No resolverá necesariamente nuestros problemas, como si hiciera borrón y cuenta nueva, pero nos dará la fuerza para afrontarlos con su ayuda. La voz de Jesús se escucha hoy como hace 2000 años: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
“No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
2 Crónicas 28 – 2 Corintios 1 – Salmo 105:7-15 – Proverbios 23:6-8