Hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
Nadie quiere «envejecer». Es difícil ver declinar nuestras facultades, depender de otros… Sin embargo, la Biblia nos habla de varios creyentes que glorificaron a Dios especialmente en su vejez, aunque sus facultades habían declinado.
– Isaac: este patriarca estaba casi ciego cuando, por la fe, bendijo a sus dos hijos, Jacob y Esaú, “respecto a cosas venideras” (Hebreos 11:20). Sus ojos se habían oscurecido, por eso confundió a sus dos hijos, pero Dios lo llevó a bendecirlos de forma correcta (Génesis 27).
– Jacob: tuvo una vida agitada. Con paciencia y fidelidad, Dios trató con este hombre de carácter incorregible. A través de las pruebas de su vida, Dios lo formó y lo instruyó. En el momento de su muerte, Jacob habló del “Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día” (Génesis 48:15). Y por la fe también bendijo a sus dos nietos como Dios quería. Su fuerza física lo abandonó, pero su comunión con Dios nunca fue tan hermosa. Murió adorando a Dios (Hebreos 11:21).
– Pedro: este discípulo de Jesús era un hombre muy decidido, amaba a su Maestro y afirmó seguirlo hasta la muerte. Sin embargo, y a pesar de su buena voluntad, lo negó. Jesús lo levantó de esta triste caída y le habló del momento en que fuera “viejo” (Juan 21:18-19). Con el tiempo Pedro aprendió a someter su propia voluntad, a dejarse conducir, y glorificó a Dios con su muerte.