Cuando Jesús dio a sus discípulos la señal del bautismo, los invitó a hacer “discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Este es el gran misterio de la fe cristiana: un solo Dios revelado en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero en el Nuevo Testamento varias veces encontramos la expresión “bautizados en el nombre del Señor Jesús”, o “bautizados en Cristo Jesús” (Hechos 8:16; 19:5; Romanos 6:3).
Para entender estas dos expresiones podemos relacionarlas con el versículo de hoy: “Fueron bautizados en la nube y en el mar”. Se trata de una alusión al momento en que el pueblo de Israel, guiado por Moisés, huyó de Egipto cruzando el mar Rojo. Dejaban una tierra conocida, para ir a una tierra nueva y desconocida… Iban a atravesar “un desierto grande y espantoso” (Deuteronomio 8:15), pero no estaban solos en este viaje. Dios los guiaba por medio de Moisés.
La experiencia de este pueblo es una imagen de nuestra vida cristiana. No sabemos por lo que tendremos que pasar, pero tenemos la certeza de que no estaremos solos, sin objetivo ni dirección. Jesús estará con nosotros todos los días.
Me bautizo con esta convicción: creo en Jesús y quiero vivir para él. Sé que él no me abandonará, sino que me guiará cada día hacia la eternidad, porque es mi Pastor.
1 Crónicas 16 – Lucas 13:18-35 – Salmo 90:1-6 – Proverbios 20:22