Hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Dios hizo un milagro extraordinario para liberar a Pablo y a Silas encadenados en una prisión. Un gran terremoto sacudió el edificio, las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. Pero el mayor milagro no fue esta demostración del poder divino. Lo más extraordinario fue que un hombre perdido se salvó.
Esta intervención sobrenatural de Dios en favor de sus dos testigos interpeló al guardia de la prisión. Mucho más que el miedo a ser condenado por los magistrados, por no haber cumplido la misión que le había sido confiada, lo que lo asustaba era la perspectiva de encontrarse con Dios, pues sabía que sus pecados lo exponían a la condenación divina. Por eso clamó angustiado: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. La respuesta es la misma hoy como hace veinte siglos: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”.
Todos los días Dios realiza este milagro con miles de personas. Usted es uno más de los que él quiere salvar llevándolo a Jesús, el Salvador. Tenga cuidado de no rechazar al que le habla (Hebreos 12:25). Porque, ¿cómo escapará en el día del juicio, si desprecia una salvación tan grande? (Hebreos 2:3). “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). ¡Todos somos pecadores, todos necesitamos ser salvos!
“Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4).
2 Crónicas 6:1-21 – Lucas 23:26-56 – Salmo 97:1-7 – Proverbios 21:25-26