¡Qué conmoción se produjo en Ofra (Judea) cuando los hombres de la ciudad se levantaron por la mañana y descubrieron que el altar de su dios Baal había sido destruido durante la noche! (Jueces 6:30-32). Una rápida investigación señaló como autor a un joven llamado Gedeón. Entonces los adoradores de Baal exigieron que Gedeón les fuese entregado. Pero el padre de Gedeón objetó: “¿Contenderéis vosotros por Baal?… Si es un dios, contienda por sí mismo” (v. 31). El argumento fue tan convincente que Gedeón no solo se libró de la muerte, sino que a partir de entonces fue llamado Jerobaal, que significa: ¡Que Baal se defienda!
Está claro que el falso dios, Baal, era incapaz de vengarse de Gedeón. Por otra parte el Señor, el Dios de Gedeón, lo defendería contra el poder de Madián, un pueblo de saqueadores que había llegado a invadir la tierra.
¿Qué clase de Dios tiene usted? ¿Un dios cuyo honor se debe vengar cuando le faltan el respeto?
El Dios único, el creador del cielo y de la tierra, envió a Jesús al mundo para salvar a los que confían en él. No se trata de un dios cuya causa somos llamados a defender, sino del Dios de amor, quien tomó la nuestra en sus manos para liberarnos y salvarnos, para hacernos sus hijos.
Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra para buscar y salvar a los que se habían perdido. Él puede librarle del peso que le agobia. ¿Lo conoce usted?
1 Crónicas 24 – Lucas 19:28-48 – Salmo 92:10-15 – Proverbios 21:7-8