«Si Dios existiera, mi madre no hubiese muerto de un cáncer».
Este comentario de un compañero me hizo reflexionar. Me imagino su dolor viendo a su madre enferma, su esperanza en un Dios poderoso que podía curarla, y luego su duelo, su decepción, sus dudas incluso sobre la existencia de Dios.
En realidad, no existe un Dios que sirva a nuestros proyectos, que se incline ante nuestra voluntad y nuestros deseos, o sea, un Dios que esté a nuestro servicio.
En cambio, el Dios que la Biblia presenta es un Dios que cumple, no nuestra voluntad, sino la suya, con el único objetivo de dar a cada uno el acceso a la vida eterna (una eternidad de felicidad).
Todas las circunstancias de nuestra vida, agradables o dolorosas, están al servicio del proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. Nunca son el fruto del azar, sino que están sometidas a la voluntad de Dios, quien ama a sus criaturas y desea conducirlas hacia él.
En vez de amargarnos y eliminar a Dios de nuestra vida, aprendamos a ver, en todo lo que nos sucede, su mano, que quiere acercarnos a él.
Pero el mayor argumento que nos obliga a tener una confianza sin límites en Dios es su amor. “Ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡Si ora al único “Dios justo y Salvador” (Isaías 45:21), nunca quedará decepcionado!
1 Samuel 27:1-28:14 – Mateo 21:23-46 – Salmo 18:43-50 – Proverbios 6:27-35