El primer versículo de hoy, exhibido en mi sala, suscitó un comentario de una amiga:
–¡Qué mensaje tan opresor! ¡También podrías dibujar un ojo que nos vigilara día y noche!
Sin embargo, para mí, como para muchos cristianos, ¡este versículo da una paz y una esperanza infinitas!
Hay varias maneras de colocarse bajo la mirada de Dios. Para el que cree en Dios y confía en su amor, es tranquilizante saber que el Señor está cerca de él. Sé que me escucha cuando oro, que vela sobre mí. Le cuento mis problemas, y su paz inunda mi corazón, pues sé que comparte mis penas y que todo lo que hará por mí será bueno.
Es cierto que para el que no conoce a Dios, esto puede parecer espantoso. Dios, quien es tan bueno y lleno de gracia para con sus hijos, es un Dios justo, y no puede pasar por alto nuestros pecados. “Todas las cosas están desnudas y abiertas” ante él. “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 4:13; 10:31).
Sin embargo, ese mismo Dios nos ama y dio a su Hijo unigénito para purificarnos de nuestros pecados: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:7, 9). Si creemos en el valor de la sangre de Cristo, en su obra perfecta, ¡entonces encontraremos el descanso, la paz con Dios y el gozo de saber que él está tan cerca de nosotros! Dios se nos presenta con gran amor, como un Padre que nos ama. ¿Podríamos tener miedo a su mirada?
1 Samuel 26 – Mateo 21:1-22 – Salmo 18:37-42 – Proverbios 6:20-26