En la Biblia, las palabras “engañar” y “engaño” tienen el sentido de “seducir o desviar a alguien de su objetivo”. Dios nos invita a no dejarnos seducir por la ilusión y la mentira que nos prometen una felicidad sin Dios. Podemos ser engañados por:
– Las cosas materiales. Uno de los objetivos de la publicidad es producir el deseo de poseer lo que no tenemos, y lo cual no necesitamos realmente. El Señor nos pone en guardia contra el engaño de las riquezas que “ahogan la palabra” (Marcos 4:19), que impiden escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
– Las personas. No se trata de desconfiar sistemáticamente, pues debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (mandamiento de la ley de Moisés, recordado siete veces en el Nuevo Testamento). Sin embargo, debemos velar para no dejarnos arrastrar al mal por algún compañero, para no escuchar la adulación de un colega, para no ceder a la insistencia de un cristiano que quisiera hacernos participar de opiniones que no son conforme a la Biblia.
– El diablo. El apóstol Pablo dice a los creyentes: “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados” (2 Corintios 11:3).
– Nosotros mismos. Es el engaño más sutil. Pablo dice: “El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña” (Gálatas 6:3).
¿Cómo mantenerse alerta y no dejarse seducir? Buscando la verdad en la Palabra de Dios, que nunca nos engaña, y dejándonos guiar por el Espíritu Santo.
Jeremías 50:21-46 – 2 Corintios 9 – Salmo 106:24-27 – Proverbios 23:23