La nieve había caído por montones, aislando la casa del mundo exterior. La madre había enviado a sus dos hijos al pueblo, ubicado a varios kilómetros, a comprar lo necesario para comer. En la vía principal, limpiada por la máquina quitanieves, un camión se detuvo y el conductor ofreció a los niños llevarlos hasta el pueblo. Al dejarlos, les dijo:
– Si dentro de veinte minutos están en este cruce, los llevaré de regreso, pues tengo que volver a pasar por aquí.
Después de hacer las compras los niños se dirigieron al lugar señalado, pero al pasar cerca de una sala de reuniones cristianas, escucharon cantar himnos.
– Es una reunión, entremos, dijo el mayor.
– Sí, pero vamos a perder el camión.
– Pues oremos para que otra persona nos lleve de regreso.
Y allí, en la nieve, los niños oraron en voz alta; luego fueron a la reunión. Al salir pasaron por el cruce señalado y, de repente, un camión, el mismo camión, se detuvo.
– Disculpen, niños, tuve un contratiempo de una hora, dijo el chófer; y los llevó cerca a su casa.
No dudemos en orar al Señor Jesús cuando tenemos una dificultad. Él sabe qué necesitamos, en los mínimos detalles, y sus recursos son inmensos. Confiemos en él, pues nos ama, y a menudo responde más allá de lo que nos atrevemos a pedirle.
“Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido” (Salmo 25:3).
“Gustad, y ved que es bueno el Señor; dichoso el hombre que confía en él” (Salmo 34:8).
Génesis 46 – Mateo 26:47-75 – Salmo 22:6-11 – Proverbios 8:32-36