El recrudecimiento de las brutalidades y de la delincuencia es inquietante. Los gobiernos proponen volver a la educación de una moral laica en la escuela. Pero, ¿será eso suficiente? Además, ¿cuál será el contenido, si carece de todo lo que Dios enseña en la Biblia?
Claro que la educación puede civilizar la naturaleza humana y hacerla un poco más apta para la vida en sociedad, pero no puede cambiar su verdadero carácter. Nuestra naturaleza está marcada por la desobediencia a Dios. La Biblia nos dice: “El intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Génesis 8:21). “De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:21). Estos textos nos muestran, pues, dónde está la fuente del mal. A través de acciones políticas, leyes, obras sociales o religiosas, a veces el hombre consigue atenuar sus efectos visibles, pero la naturaleza humana sigue siendo corrupta.
Dios tiene otro plan: pone de lado la vieja naturaleza y da una nueva naturaleza a todo el que cree que Jesucristo murió en la cruz por él, y lo acepta como su Salvador. Entonces el creyente es hecho una “nueva criatura… las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Corintios 5:17-18). El cristiano no es mejor que los demás, pero cuando se convierte recibe una nueva naturaleza capaz de actuar según la voluntad de Dios.
Habacuc 1 – Filipenses 4 – Salmo 108:1-6 – Proverbios 24:10