Un siervo de Cristo, que ahora está con el Señor, comentó en una ocasión: «¡Permanezcan en el amor de Cristo! Eso los obligará a vivir para su gloria como nada otro lo puede hacer». Sí, el secreto está en permanecer en su amor, lo cual es muy diferente a estar ocupados con nuestro amor por él. Frecuentemente escuchamos que se les exhorta a las almas a «amar a Cristo» o «adherirse a él», y esto ha generado que las personas se centren en sí mismas, obstaculizando así su gozo y progreso en Cristo. Observemos que el Espíritu nos anima en el amor de Cristo por nosotros, y es así como el amor por él se incrementa; pero el Espíritu nunca insta a los miembros del Cuerpo de Cristo a amar a Cristo. Es su amor el que engendra amor en sus corazones.
La Ley exigía amor, pero no lo producía. El estandarte triunfante del amor divino, levantado en la resurrección por el Hijo de Dios, nos habla de una victoria obtenida en este aspecto cuando todo lo demás fracasó: “Su bandera sobre mí fue amor” (Cnt. 2:4). “Permanecer en Cristo” y “permanecer en su amor” (Jn. 15:9) son exhortaciones esenciales a las que debemos prestar atención en estos días de abandono de la verdad y desorden en la Casa de Dios; un abandono predicho en la Palabra de Dios y que en estos días se está acelerando. No podemos corregir lo que ya se ha deteriorado, pero aquellos que son salvos por la gracia y han sido sellados por el Espíritu, pueden permanecer en Cristo y en su amor.
El versículo de hoy nos insta a permanecer en el amor de Cristo. ¡Es un amor presente y victorioso! Nos amó cuando sufrió en la cruz por nuestros muchos pecados, pero nos sigue amando ahora que está exaltado en el trono donde nuestros pecados ya no son recordados. Por lo tanto, no nos extraña que quienes permanecen en su gran amor puedan reunirse instintivamente en torno a su Persona, conforme a las Escrituras, resplandeciendo y gozándonos en las cosas que Dios nos revela por su Espíritu.