Esto sucedió después del diluvio. Noé, sus hijos y sus esposas se salvaron, mientras que el resto de la humanidad pereció. Pero este juicio, por severo que fuera, no logró cambiar el corazón perverso del hombre. Romanos 1:21-32 nos muestra el camino descendente del hombre. Las personas conocían a Dios, pero no lo glorificaron como Dios y no fueron agradecidas; sus pensamientos eran vanos y sus corazones se oscurecieron, como muestran los versículos de hoy.
Dios había dicho a Noé y a sus hijos que fuesen fructíferos, se multiplicasen y poblaran la tierra. Ellos y sus descendientes tenían una misma lengua y, por tanto, se entendían. Se habían trasladado juntos a una llanura en la tierra de Sinar y se habían establecido allí. En sus corazones perversos, ellos pensaron que podían desafiar a Dios y tener éxito. Seguirían desobedeciendo, construirían una torre inmensa que alcanzaría los cielos y se harían un nombre para sí mismos.
Ahora bien, ¿cuál es la actitud del ser humano en la actualidad? ¿Obedece a Dios y glorifica su nombre? ¡No! Muchas veces ni siquiera piensa en Dios. El ser humano continúa emprendiendo proyectos enormes de su propia imaginación e inventa toda clase de religiones en sus vanos intentos de alcanzar el cielo.
Dios vio todo lo que estaba sucediendo en la llanura de Sinar, así que detuvo el proyecto de construcción de la torre de Babel. Lo hizo confundiendo su lenguaje de manera que se les hizo imposible trabajar juntos. Hasta el día de hoy, el ser humano se esfuerza por superar este problema de comunicación. Sin embargo, a medida que avanza en su superación humana, también lo hace en su depravación pecaminosa. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que el juicio de Dios vuelva a caer sobre este mundo?