Durante la guerra civil estadounidense (1861-1865), Moody realizó una actividad evangelística en el campo de batalla. Un día dijo a un soldado malherido:
–Me gustaría llevarte al cielo sobre mis hombros, pero no puedo.
–¿Quién puede hacerlo?, preguntó el soldado.
–Solo Jesucristo. Para eso vino.
El soldado negó con la cabeza:
–No, él no puede salvarme; he pecado toda mi vida.
–El Señor Jesús vino precisamente para salvar a los pecadores, respondió Moody.
Y a continuación le leyó varios textos de la Biblia, entre ellos Juan 3:16, el versículo citado hoy. El soldado le interrumpió:
–¿Está eso en la Biblia?
–Sí, textualmente.
–Por favor, léamelo otra vez.
Moody leyó nuevamente. El soldado herido hizo un esfuerzo como para incorporarse, y dijo:
–Es bueno. Léame de nuevo esos versículos.
Moody los leyó otra vez y continuó hasta el final del capítulo. El rostro del soldado estaba tranquilo y radiante; él susurró:
–“Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Eso es todo lo que necesito.
Unas horas más tarde, descansando en esta promesa del Señor, a quien acababa de escuchar y quien había transformado sus últimos momentos, partió en paz con el Señor al paraíso.
2 Crónicas 35 – 2 Corintios 9 – Salmo 106:24-27 – Proverbios 23:23