Hervé acababa de instalarse en una residencia universitaria al sur de París. Como recuerdo, su hermana mayor le había regalado un cuadro con este versículo: “El Señor es mi pastor; nada me faltará”. Pero cuando llegó el momento de colgar el cuadro en la pared, Hervé dudó, y luego lo guardó en el armario. De hecho, no pudo decir: “Nada me faltará”. Podía decir: “El Señor es mi pastor”, pero no lograba añadir el resto.
Pasaron unos meses, y Hervé conoció mejor al Señor. Entonces sacó el cuadro y lo puso en la pared. Han pasado décadas, y ese versículo se ha vuelto cada vez más precioso para él.
Todo el mundo puede enumerar las cosas que le faltan: uno no tiene cónyuge, otro no tiene hijos, otro carece de recursos para criar a su numerosa familia… Sin embargo, lleno de confianza, el creyente reconoce con fe que nada le faltará.
Con su fiel cuidado y con su misma presencia, el Señor satisface cada día las necesidades más profundas de los suyos. Estos pueden decir: “Hasta aquí nos ayudó el Señor” (1 Samuel 7:12), con la certeza de que seguirá haciéndolo hasta el final de la vida: “Hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo”, o: os sostendré (Isaías 46:4).
Podemos pasar por situaciones difíciles, pero no olvidemos la fidelidad con la que el Pastor nos ha ayudado. Aunque el futuro parezca incierto, esperamos a nuestro Señor y no tememos al mañana.
2 Crónicas 26 – 1 Corintios 15:29-58 – Salmo 104:27-35 – Proverbios 23:1-3