«Antes de tomar a Jesús como ejemplo, debes aceptarlo como el don que Dios te ha dado; este es el fundamento del Evangelio. Solo entonces podrás tomarlo como ejemplo. Este es, como ves, el Evangelio propiamente dicho. Ningún corazón ha podido admirar y comprender suficientemente que Dios nos haya dado este regalo. La gran llama del amor de Dios por nosotros es lo que alegra nuestro corazón y nuestra conciencia, lo que nos llena de confianza y nos colma.
Entonces, creer en el Evangelio no es querer cumplir una ley, como la que se le dio a Moisés. Es aceptar a Cristo como Salvador. No hagas de Cristo un segundo Moisés, como si él no hiciera más que enseñar y dar ejemplos, como si el Evangelio fuera un manual de enseñanza o un código de leyes.
Reflexiona en esto: Cristo, considerado como un don, hace de ti un cristiano y alimenta tu fe. Así como hay una diferencia entre el don y el ejemplo, también hay una diferencia entre la fe y las obras. Por consiguiente, observa que el Evangelio no es un libro de leyes y mandamientos, que ordena nuestra acción, sino un libro de promesas divinas, en el que nos promete, nos ofrece y nos da todos sus tesoros y bendiciones en Cristo.
El Evangelio no es otra cosa que esto: Cristo viene a nosotros y nos lleva a él. Cristo es tuyo porque Dios te lo ha dado».
2 Crónicas 25 – 1 Corintios 15:1-28 – Salmo 104:19-26 – Proverbios 22:29