El 6 de septiembre de 2017, las islas de San Bartolomé y San Martín (como también Puerto Rico y otras islas del Caribe) se vieron duramente afectadas por Irma, el ciclón tropical más potente jamás registrado en el Atlántico, con vientos cercanos a los 300 km/h, lluvias torrenciales y olas devastadoras. El huracán dejó considerables daños materiales y una población convulsionada. Un líder político dijo: «Esto nos enfrenta a nuestra vulnerabilidad y a los límites de nuestra condición humana… ¡Que esto nos sirva de lección!».
La Biblia nos hace esta pregunta: “¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién ató las aguas en un paño?… ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?” (Proverbios 30:4). Podemos culpar a la naturaleza, al calentamiento global, pero en el fondo sabemos que Dios es el que dirige todo. Él quiere hablarnos con amor, pero a veces también debe hacerlo de una manera enérgica. Si nos sentimos seguros en nuestro confort material, podemos pensar que las cosas seguirán así indefinidamente. Pero a veces Dios nos muestra nuestra fragilidad y su poder. Nos recuerda que un día tendremos que encontrarnos con él y rendirle cuentas. Somos sus criaturas. Él quiere introducirnos en su felicidad y su gloria (1 Tesalonicenses 2:12).
Pero para que esto suceda, debemos reconciliarnos con él. Jesús hizo “la paz mediante la sangre de su cruz”. Volvámonos a él hoy. No sabemos lo que sucederá mañana.
2 Crónicas 22 – 1 Corintios 13 – Salmo 104:1-4 – Proverbios 22:24-25