Hace años, un domingo por la mañana, un cristiano rumano llamado Joseph Ton fue arrestado. Los interrogatorios comenzaron el día siguiente. Al mediodía, un general entró y ordenó salir a los otros dos oficiales. Entonces comenzó a golpear a Joseph en la cara, en la cabeza, hasta que él mismo quedó exhausto.
Días después el general volvió. Los demás oficiales tuvieron que abandonar la habitación y Joseph esperaba ser golpeado de nuevo. Pero el general se sentó y le dijo que quería hablar con él. Joseph respondió: «Me gustaría disculparme primero». El general lo miró sorprendido. ¡Era él quien había golpeado a Joseph, y no al revés! Joseph confesó que había vuelto a pensar en el día en que fue golpeado: «Recordé que esa semana conmemorábamos la Pasión de Cristo. Lamento haber gritado cuando usted me golpeó, porque no hay nada más maravilloso para un cristiano que sufrir como su Señor sufrió. Verdaderamente, usted me dio el regalo más precioso que jamás había recibido. Muchas gracias».
Joseph también dijo al general que había empezado a orar por él y por su familia.
El general quedó tan impresionado que inmediatamente se disculpó. Más tarde desempeñó un papel importante en la liberación de Joseph. Nunca antes había visto algo así: aquel a quien había golpeado anteriormente, estaba orando por él y por su familia.
El Señor nos libera del miedo y nos da amor por nuestros enemigos.
2 Crónicas 17 – 1 Corintios 9 – Salmo 102:23-28 – Proverbios 22:15