El hombre necesita esperanza para vivir; sin embargo, el mundo actual no brinda mucha. En todos los ámbitos, por ejemplo, la política, la economía, la ecología, el equilibrio parece tan frágil. ¡Esto asusta! Por eso, muy a menudo, para escapar de las realidades de una vida difícil y olvidar el miedo a un futuro incierto, nos refugiamos en toda clase de entretenimientos. Pero, en el fondo, todos sabemos que la muerte sigue siendo un hecho inevitable. “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).
Hace miles de años, Job dijo: “Mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza” (Job 7:6). Pero después, mirando más lejos, pudo añadir: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo… y mis ojos lo verán” (Job 19:25-27). Aún hoy, todos los que han puesto su confianza en Jesús el Salvador tienen la misma esperanza. El maravilloso plan de Dios, de reunir a sus hijos en su presencia para siempre, se cumplirá: enviará a su Hijo Jesucristo para llevar al cielo a todos los que creen en él (1 Tesalonicenses 4:17). Allí estaremos para “siempre con el Señor”.
Ahora podemos decir: aguardamos “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).
“Teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hechos 24:15-16).
2 Crónicas 15 – 1 Corintios 7:25-40 – Salmo 102:9-15 – Proverbios 22:12-13