«Usted lleva el nombre de cristiano, vive en la comunidad de la iglesia, participa de sus oficios y sacramentos… con todo esto, si su piedad no se enraizó en Jesucristo, será seca, estéril, y se reducirá a una falsa apariencia. Mientras usted esté lleno de su propia justicia, permanece bajo el poder del pecado. Dentro de sí, usted alimenta una serpiente que soplará sobre su aparente piedad y dará un golpe mortal a su alma. Examínese, pues, todos los días con una severa exactitud, y pregúntese: ¿cuál es la base de mi esperanza? ¿Fue la mano de Jesucristo mismo quien la colocó?
A falta de esto, su edificio nunca resistirá a la tormenta que estallará sobre él; el diablo conseguirá socavarlo y derribarlo completamente.
Alma presuntuosa, espere ser acribillada. Usted pasará por pruebas que revelarán en qué se funda su cristianismo. ¡Qué espantosa situación, cuando todo se le escape y usted ya no sepa a qué atenerse!
El espíritu que vuela demasiado alto no se fíe en sus alas de cera. Estas se derretirán en el ardor de las tentaciones, y su caída será más grande. ¡Cuán triste es verse reducido a una vergonzosa bancarrota, después de haber hecho un brillante negocio durante mucho tiempo! Tal es la suerte de un alma que descuida tomar precauciones para la eternidad».
2 Crónicas 1-2 – Lucas 22:24-46 – Salmo 95:6-11 – Proverbios 21:19-20