Ningún cristiano se atreve a atribuir a Dios los caracteres de insensato y débil. De hecho, ¿cómo puede Dios, el Creador del universo, mostrar debilidad, y cómo se puede calificar al “único y sabio Dios” (Romanos 16:27) como insensato?
Aquí el apóstol Pablo utiliza las palabras que un incrédulo aplicaría al evangelio: «¿Dios se hizo hombre en la persona de Jesús, y murió crucificado en medio de la vergüenza, como un ladrón? ¿Murió para obtener el perdón de los pecados, y resucitó de entre los muertos? ¡Eso es imposible!». Para los judíos, que esperaban a un Mesías glorioso, un rey que los liberara del yugo romano, esta aparente debilidad de Cristo era una vergüenza. Para los griegos, cuyos filósofos buscaban la sabiduría, ¡era una locura!
Sin embargo, el evangelio, la gran buena noticia de Dios, fue proclamado al mundo sin ningún despliegue de riqueza, fuerza o elocuencia, por medio de Jesús, quien no tenía nada en esta tierra. Luego fue predicado por discípulos que proclamaron la salvación eterna mediante la fe en Jesucristo, muerto en la cruz y resucitado por el poder de Dios. Lo hicieron a pesar del peligro, de la persecución, a veces arriesgando sus vidas. El poder del evangelio ha llevado a la fe a una multitud de personas de todas las naciones y clases sociales, incluidos filósofos, oradores y eruditos, y esto hasta el día de hoy. Los que han aceptado esta buena noticia saben que Jesús es realmente poder de Dios y sabiduría de Dios.
1 Crónicas 29 – Lucas 22:1-23 – Salmo 95:1-5 – Proverbios 21:17-18