Lidiando con las múltiples exigencias familiares, laborales y sociales, el hombre tiene dificultad para mantener un equilibrio en su vida. El creyente también se enfrenta a este problema. Cada vez hay más cosas que hacer en un día… ¡habría que añadirle horas! A menudo decimos: «No tengo tiempo». Sin embargo, para vivir como verdaderos cristianos, debemos estar dispuestos a escuchar a nuestro Dios y Padre en todo momento. Veremos que esto no nos impide cumplir con las numerosas exigencias de la vida cotidiana.
Cada cristiano debe reservar tiempo para estar en comunión con el Señor, para orar, leer su Palabra, para compartir sus preocupaciones y preguntas con otros cristianos… Cada uno debe hallar la medida conveniente para el equilibrio de su vida espiritual. La fe nos pone en relación con el Señor Jesús, fuente de amor, luz y fuerza. Él desea estar cerca de nosotros para cambiar nuestras prioridades, como sucedió con los dos discípulos cuando Jesús resucitado se unió a ellos en el camino a Emaús (Lucas 24:32-33).
Demos prioridad a todo lo concerniente a nuestra relación con Jesús y con el Padre, a quien él nos reveló, para que ya no vivamos “el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:2). Esta cercanía con el Padre que nos ama es un bien inestimable, que da sentido a toda nuestra vida.
“Jesús le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10:41-42).
1 Crónicas 17 – Lucas 14 – Salmo 90:7-12 – Proverbios 20:23-24