Para pasar el tiempo, Natalia tomó un libro al azar y empezó a leer cortos pasajes en los que Jesús transformó la vida de varias personas. Los leyó atentamente, pero la conclusión del libro le molestó: «Jesús murió por ti. Si reconoces tus pecados y crees en él, serás salvo». ¡Eso no es para mí!, se dijo cerrando el libro.
Sin embargo, esta frase daba vueltas en su cabeza: «Si reconoces tus pecados y crees en Jesús…».
Natalia volvió a pensar en sus pecados, y deseaba liberar su conciencia. Se sentía culpable y tan sola… Quiso vivir sin Dios, y ahora sus pecados se presentaban delante de ella como un gran cartel: ¡camino sin salida!
Entonces Natalia reconoció que estaba vencida. No le quedaba otra solución, tenía que contarle a Dios lo que había hecho. Esa noche, por primera vez en su vida, oró. Al día siguiente fue a su trabajo sonriente y aliviada.
–¿Qué te sucede?, le preguntó Elisabeth, una amiga cristiana.
–Nada.
–¡Sí, algo sucedió porque estás cambiada!
Natalia pensó en lo sucedido la noche anterior y le contó cómo había hablado a Dios.
–¡Maravilloso!, dijo Elisabeth abrazándola. Tus oraciones fueron oídas; Dios te respondió.
Sí, Dios transformó a Natalia, incluso si ella no era plenamente consciente. Desde entonces su vida cambió completamente, y los años siguientes demostraron la solidez de su fe.
2 Samuel 10 – Hechos 2 – Salmo 23 – Proverbios 10:1-2