El 3 de agosto de 1492 tres carabelas salieron del puerto español de Palos. Cristóbal Colón, el comandante de esos barcos, tomó rumbo al oeste con la intención de descubrir una nueva ruta hacia la India y la China, países de las especies, de la seda, del oro y de los elefantes. Los navegantes de esa época salían hacia el este y daban vuelta a África. ¡Si Colón lograba encontrar un trayecto más corto, haría fortuna!
Para los expertos, buscar el este al oeste era una locura, porque para ellos la tierra era plana como un disco. Pero para Colón era redonda como una bola. En vano se multiplicaron los esfuerzos para disuadirle.
Obstinado, Colón suplicó al rey de España hasta que este le proporcionó tres navíos. Después de miles de dificultades, Colón desembarcó el 12 de octubre en el archipiélago de las Bahamas, muy cerca de Cuba y Florida.
Hoy más que nunca se sueña con nuevos mundos; se va cada vez más lejos en los dominios del conocimiento y de la aventura, sobre el globo y en el espacio. Se persiguen riquezas, poder y placeres… En realidad, bajo esta búsqueda de lo desconocido, se oculta el deseo universal de colmar un vacío interior y de responder a las preguntas que cada uno se hace con inquietud, a veces con angustia:
¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi razón de vivir? ¿Qué hay después de la muerte? Las respuestas existen; Dios las da en la Biblia, allí es donde debemos buscarlas.
“Respondió Jesús… el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4:13-14).
2 Samuel 8 – Mateo 28 – Salmo 22:22-24 – Proverbios 9:10-12