El capitán de un barco cristiano en el cual viajaba George Müller cuenta lo siguiente: «Nuestro barco estaba frenado desde hacía varios días, en medio de una niebla impenetrable, sin nada de viento. El señor Müller vino a mi cabina y me dijo:
–Capitán, el sábado por la noche tengo que estar en Quebec (Canadá).
–Es imposible, respondí.
–¡Muy bien! Si su barco no puede llevarme, el Dios a quien conozco desde hace 57 años se encargará de encontrarme otro medio de transporte. Él nunca ha permitido que falte o llegue tarde a mis compromisos.
–¿Sabe cuál es la densidad de la niebla?
–No, mis ojos no ven la niebla; ellos ven al Dios vivo que dirige toda mi vida.
George Müller se puso de rodillas y oró:
–Señor, si esa es tu voluntad, haz desaparecer esta niebla en cinco minutos. Sabes que prometí estar el sábado en Quebec. Creo que es tu voluntad.
Cuando él terminó de orar, yo también quise orar, pero él puso su mano en mi espalda y me dijo que no lo hiciera, y precisó:
–Primero, usted no cree que Dios lo hará, y segundo, sé que Dios ya respondió. Entonces no es necesario que ore por lo mismo… Capitán, desde que conozco a mi Señor, no ha pasado un solo día sin que haya tenido una audiencia ante el Rey. Levántese, capitán, suba a la cubierta y compruebe que la niebla ya desapareció.
Fui… el viento se había levantado y ya no había niebla. ¡El sábado en la noche George Müller estaba en Quebec!».
2 Samuel 4 – Mateo 26:14-46 – Salmo 22:1-5 – Proverbios 8:28-31