Nadie es demasiado malo para acercarse a Dios. ¡Su amor es mucho más grande que todas nuestras faltas! En la Biblia muchas veces Dios nos asegura su amor y su perdón, por ejemplo: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías 44:22). En efecto, Dios no se conformó con decirnos que nos ama a pesar de nuestros pecados, y que quiere darnos la vida eterna. Él mismo vino en la persona de su Hijo Jesucristo, para vivir entre nosotros. Jesús mismo contó la parábola del hijo rebelde, a quien su padre acogió con los brazos abiertos (Lucas 15:20). Y para mostrar hasta el final que Dios es misericordioso y perdonador, Jesús dio su vida por usted y por mí, para borrar todos nuestros pecados.
Lector, quizás usted esté agobiado por el peso de sus pecados, y piensa que todo está perdido. Pero Jesús le dice lo contrario, como prometió al malhechor crucificado a su lado: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Quizás usted no pueda perdonarse a sí mismo, pero Dios está dispuesto a perdonarle. Ahora le dice: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño…
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:1-2, 5).
2 Samuel 1 – Mateo 24:1-28 – Salmo 20:1-5 – Proverbios 8:1-11