Al comer del fruto prohibido, Adán actuó de forma independiente de Dios, actuó según su propia voluntad. Sus descendientes también se organizaron sin tener en cuenta a Dios. Desde entonces el hombre se cree dueño de sí mismo, con el derecho de hacer lo que quiere.
Jesús nunca actuó de esta manera. La voluntad de Dios dirigía su conducta y era su razón de vivir, su gozo. ¡No hacía ni quería hacer nada sin él! Comía, bebía, hablaba y actuaba según la voluntad de su Padre.
– Antes de comenzar su ministerio público, Jesús ayunó durante cuarenta días. Satanás, sabiendo que Jesús tenía hambre, le sugirió utilizar su poder para transformar piedras en pan. Pero Jesús nunca utilizó su poder para su propio beneficio. La Palabra de Dios lo sostenía, y Dios lo alimentaría…
– Cuando le informaron que su amigo Lázaro estaba enfermo, esperó una orden de su Padre para visitar a esa amada familia. Cuando llegó, Lázaro había muerto desde hacía cuatro días. Entonces Jesús lo resucitó, y así el Padre manifestó la gloria de su Hijo.
– Poco antes de la crucifixión, Jesús tuvo una terrible lucha: Dios quería salvar a los hombres, y para ello Jesús debía llevar sus pecados y sufrir el castigo que ellos merecían. ¡Él no podía desear eso, pues era totalmente santo! Entonces suplicó a su Dios “con gran clamor y lágrimas” (Hebreos 5:7). Pero se sometió a la voluntad de Dios, y dio su vida por nosotros.
1 Samuel 30 – Mateo 22:23-46 – Salmo 19:7-10 – Proverbios 7:6-23