Hoy fui a casa de unos amigos en mi bicicleta. En el camino observé que los kilómetros que debía recorrer serían mucho más difíciles de lo que había previsto, pues el viento del norte me era contrario, y por momentos tenía la impresión de no avanzar. Luego empezó a caer una lluvia fina, ráfagas de viento abofeteaban mi cara… Durante unos minutos consideré la posibilidad de volverme. Pero rápidamente pensé en los momentos agradables que me esperaban a mi llegada. ¡Entonces decidí que no daría marcha atrás!
Esto me hace pensar en mi andar por la vida: al igual que miles de personas en todo el mundo, avanzo por el camino de la fe, tras las pisadas de Jesucristo mi Salvador. Como ellas, he experimentado la bondad del Señor, su presencia, su ternura, su amor, su perdón… Sin embargo, el viento de las pruebas y la lluvia de las lágrimas nos azotan a todos, un día u otro. ¡A veces hasta el punto de desanimarnos! Entonces nos cansamos de hacer el bien, y quizás hasta de seguir viviendo. Pero en medio de la tempestad más fuerte, la esperanza de la vida futura, la confianza en las promesas de Dios, en todos los momentos de felicidad que nos esperan, nos dan ánimo para seguir avanzando, para amar, perdonar y vivir para Jesucristo. ¡Que esta esperanza nos acompañe a lo largo de este día!
1 Samuel 28:15-29:11 – Mateo 22:1-22 – Salmo 19:1-6 – Proverbios 7:1-5