Jesús contó esta parábola a la multitud:
– “La heredad de un hombre rico había producido mucho”.
Quizá disfrutemos de la prosperidad material. Podemos, por supuesto, atribuirla a nuestras capacidades y a nuestros esfuerzos, pero no olvidemos que también está ligada a la bondad de Dios.
– “Él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?… derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes”.
En lugar de dar gracias a Dios por su bondad, hizo proyectos para desarrollar sus negocios. ¡Su materialismo le hizo olvidar lo principal!
– “Diré a mi alma… muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate”.
El único objetivo de su vida era disfrutar de todo lo que sus riquezas podían ofrecerle. Pensaba vivir aún mucho tiempo, pero olvidaba que el futuro no le pertenecía.
– “Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”. ¡Necio! Esta es la apreciación de Dios. Su vida, exitosa materialmente, era un fracaso. Su locura materialista le impidió crear una relación vital con Dios.
Jesús concluyó: “Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. Vayamos a él para conocer “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
Génesis 47 – Mateo 27:1-31 – Salmo 22:12-15 – Proverbios 9:1-6