Estaba con unos amigos estudiantes en una reunión cristiana en Francia. El predicador se levantó y leyó el versículo arriba citado. Luego nos miró y preguntó: “¿Cuáles son los dos males de los que habla este texto?”.
Sorprendido, volví a leer el texto, porque realmente nunca había tratado de comprenderlo. El primer “mal” es abandonar al Señor, y el segundo es buscar fervientemente otros medios para llenar nuestra vida.
En este texto del profeta Jeremías, Dios se dirige a Israel, su pueblo terrenal. Sin embargo, este llamado también nos concierne a nosotros, que pertenecemos al conjunto de los cristianos, su pueblo actual en la tierra. No solo corremos el riesgo de abandonar la enseñanza bíblica y ser influenciados por las corrientes cada vez más inmorales de la sociedad que nos rodea, sino que también podemos buscar otras fuentes de refrigerio en las distracciones del mundo. Dios nos advierte: son “cisternas rotas”, depósitos perforados que no pueden retener el agua.
Jóvenes, casados o solteros, no abandonen la “fuente de agua viva”, no se aparten del Señor. Ustedes hacen esfuerzos para tener un trabajo, y es necesario. ¡Pero no olviden lo principal! Solo con Jesús podrán construir una felicidad duradera.
Aquella noche, al regresar a mi habitación, anoté en mi cuaderno personal: beberé de la fuente de agua viva.
“Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Juan 4:10).
Génesis 44 – Mateo 25:31-26:13 – Salmo 21:8-13 – Proverbios 8:22-27