La Buena Semilla: Sábado 4 Septiembre
Sábado
4
Septiembre
Del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.
Marcos 7:21-22
Mi pecado te declaré… y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Salmo 32:5
Una palabra fea

¡Qué fea es la palabra pecado! Hoy casi no la utilizamos; preferimos hablar de errores o fracasos, de debilidades humanas. Equivocarse es humano, oímos decir. Pero la Biblia, la eterna Palabra de Dios, habla del pecado, y esta palabra tiene un sentido preciso. Engloba toda infracción a la ley divina, toda desobediencia, todo pensamiento de codicia. Si nos comparamos a los demás, podemos pensar que somos rectos y honestos. Pero si nos colocamos bajo la luz de Dios, veremos que somos pecadores; es como poner una sábana blanca sobre la nieve: se ve gris. La Biblia lo repite varias veces: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10).

Sí, pero tengo circunstancias atenuantes, dirá alguien, o bien: si todo el mundo lo hace, ¿por qué yo no puedo hacerlo? ¿Es tan grave? Las cosas cambiaron, ya no decimos que algo está mal, somos mucho menos categóricos. Tal vez yo sea responsable, pero no culpable… La sociedad, mi educación o las circunstancias de la vida modificaron mi forma de ver el mal.

Dios saca a la luz incluso las razones escondidas de mis acciones, mis intenciones secretas… (Hebreos 4:12-13), hasta que piense, al igual que el apóstol Pedro: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8), o como el profeta Isaías: “¡Ay de mí, pues soy perdido! Porque soy hombre de labios inmundos” (Isaías 6:5, V.M.). ¡Este es el principio de la liberación y del perdón, pues Dios se revela como el Dios de amor que salva al pecador!

2 Crónicas 20 – 1 Corintios 11:23-34 – Salmo 103:13-18 – Proverbios 22:20-21