En la facultad donde enseñaba, un compañero, profesor de economía, me dijo simplemente estas palabras: «Dios existe, y Jesucristo está vivo». Yo estaba tan sorprendido que ni siquiera respondí, pero pensé: «Este sí que sabe». Se trataba de un cristiano nacido de nuevo, que tenía la vida de Jesús en su corazón. Que «Dios existe», yo lo creía sin problema, pero mi compañero también había dicho: «¡Jesús está vivo!». Esta simple frase quedó grabada en mi mente hasta el momento en que, durante una reunión cristiana, escuché la predicación de
Al final el predicador dijo: «Los que fueron tocados por este mensaje de la cruz, los que comprendieron que Jesús murió por ellos (fue mi caso), levanten la mano, quiero orar por ustedes». En medio de 400 personas, yo sabía que era uno de ellos, pero no levanté la mano. Sin embargo, en ese momento acepté a Jesús en mi corazón y nací de nuevo. Dios me perdonó, tuvo compasión de mí. Hoy sé que Jesús no se quedó en la tumba, que la muerte no pudo retenerlo. Resucitó al tercer día, y ahora está vivo, sentado a la diestra de Dios.
Ezequiel 44 – 2 Pedro 2 – Salmo 46:8-11 – Proverbios 14:7-8