Dios siempre me había parecido muy lejano. Pero cuando mi padre murió de un cáncer, y poco después uno de mis primos murió en un accidente de tránsito, no pude eludir el tema por más tiempo. ¿Qué es la muerte? El hecho de que nadie pueda escapar de ella me asustaba muchísimo, por ello me preguntaba: «¿Si muriese ahora, adónde iría?». Sabía lo que la Biblia enseña respecto al más allá. Si en este momento tuviese que morir, no sería salvo. Debía “hacer las paces” con Dios para estar seguro de tener la vida eterna.
El verano siguiente fui a un campamento de jóvenes cristianos esperando hallar esa paz que tanto buscaba. Allí, por fin, comprendí el mensaje de la Biblia: Cristo murió para reconciliarme con Dios el Padre y darme su paz. Él llevó mis pecados y sufrió en mi lugar el castigo que yo merecía. Mi pecado fue puesto sobre Cristo en la cruz, y él, quien era inocente, fue condenado por ello. Mediante la fe comprendí lo que Cristo había hecho por mí; experimenté el amor de Dios por mí y mi vida fue transformada totalmente. Antes, el miedo a la muerte me horrorizaba, pero ahora que Cristo está en mi vida simplemente puedo decir, como el apóstol Pablo: “Para mí… el morir es ganancia”, porque sé a dónde iré después de esta vida terrenal. ¡Estaré con mi Creador y Salvador, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí!.
Ezequiel 38 – 1 Pedro 1:13-25 – Salmo 44:9-16 – Proverbios 13:18-19