Al venir a la tierra Jesús, el Hijo de Dios, vivió como un hombre. Y en esta condición humana, tomada voluntariamente, su confianza en Dios fue absoluta. El primer hombre, Adán, dudó de Dios, pero la confianza de Jesús fue perfecta hasta la muerte, para la gloria de Dios.
A continuación están unas cosas en que Jesús confió:
– en el poder de Dios: Afirmó a sus discípulos: “Todas las cosas son posibles para Dios”, y los animó: “Tened fe en Dios”. En Getsemaní, antes de la crucifixión, lo escuchamos orar: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti” (Marcos 10:27; 11:22; 14:36).
– en la sabiduría de Dios: Frente al sacrificio que le costaría la vida, depositó su confianza en la sabiduría de su Padre, y dijo: “Padre mío… no sea como yo quiero, sino como tú… hágase tu voluntad” (Mateo 26:39, 42).
– en su amor: Oró a su Padre diciendo: “Los has amado a ellos como también a mí me has amado… me has amado desde antes de la fundación del mundo… para que el amor con que me has amado, esté en ellos” (Juan 17:23-26). El amor de su Padre era su gozo, su fuerza y su sostén, durante todos los sufrimientos de su vida en la tierra.
Jesús nos mostró que Dios era digno de toda confianza. Y Dios lo resucitó y lo glorificó.
Cristianos, sigamos su ejemplo y nunca dudemos del poder, la sabiduría y el amor de nuestro Dios. ¡Esta es la mejor manera de agradarle!
Isaías 49 – Marcos 7:24-37 – Salmo 52 – Proverbios 14:33-34