Cierto día el rey de una tribu africana fue atacado por un tigre; y aunque perdió un dedo, logró salvar su vida gracias a la intervención de uno de sus esclavos. Entonces el rey, lleno de ira, gritó: «Si Dios fuese bueno, yo no hubiese perdido mi dedo». El esclavo, que era cristiano, le respondió: «Majestad, Dios es bueno, y lo que hace es sabio. ¡Él nunca comete errores!». Al oír estas palabras, el soberano se enfureció aún más e hizo encarcelar al esclavo que acababa de salvarle la vida.
Tiempo después el rey fue capturado por unos guerreros que tenían la costumbre de ofrecer sacrificios humanos a sus ídolos. Cuando lo iban a sacrificar, sus enemigos notaron que le faltaba un dedo, y debido a eso lo soltaron rápidamente, pues no estaba permitido sacrificar a una víctima que tuviese un defecto corporal.
Cuando volvió a su casa, el rey ordenó liberar a su esclavo, y le dijo con bondad:
–Dios fue realmente bueno conmigo. Me iban a matar, pero como me faltaba un dedo, me dejaron ir. Ahora me pregunto por qué Dios permitió que te encerrase.
–Majestad, respondió el esclavo, si no hubiese estado en la cárcel, también me hubiesen capturado y me hubiesen matado, pues yo tengo todos los dedos.
A menudo no comprendemos los propósitos de Dios en las situaciones que vivimos, pero siempre debemos estar seguros que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).
“Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo” (Marcos 7:37).
Ezequiel 46 – Marcos 1:1-20 – Salmo 48:1-8 – Proverbios 14:11-12