En las afueras de El Cairo visitamos un taller de artesanos donde jóvenes obreros fabricaban alfombras tejidas. Sentados frente a un cuadro tendido de hilos de colores, cada uno se dedicaba a seguir un dibujo que tenía ante sus ojos. Pero el trabajo nos parecía mal hecho: veíamos hilos entrelazados de todos los colores más o menos bien anudados, de longitud desigual.
El jefe del taller vio nuestra sorpresa, nos hizo un recorrido por el telar, y allí todo quedó explicado. Lo que nosotros habíamos visto era el reverso. Por el lado derecho el dibujo aparecía perfecto. Los hilos estaban cuidadosamente separados; nada de nudos ni de puntas de hilo que sobresalían.
Nosotros, los seres humanos, tenemos una visión imperfecta y limitada de nuestra existencia terrenal. De la mía a menudo solo veo el reverso: tristezas, dificultades, preocupaciones… En cambio, Dios ve el “derecho”. Él trabaja en mi vida y sabe lo que hace.
Como a su discípulo Pedro, que no comprendía sus intenciones, Jesús nos dice: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después” (Juan 13:7).
Nos hacemos preguntas sobre el sentido de una u otra prueba. Estemos seguros que ella corresponde al plan de Dios, quien quiere formar la vida de cada uno para su gloria. Tal vez sea necesario esperar el cielo para comprender cuál es el objetivo de Dios y conocer las respuestas a nuestros numerosos “porqués”. Hasta entonces, confiemos en su sabiduría y en su amor.
Josué 8 – Hebreos 9:15-28 – Salmo 128 – Proverbios 28:3-4