La Buena Semilla: Viernes 4 Noviembre
Viernes
4
Noviembre
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.
Hebreos 1:1-2
La llave: la revelación

Después de una mañana de clases pasé frente a la oficina del capellán. Allá, sobre un pequeño estante, se hallaban algunos libros. Mis ojos se posaron en el título de uno de ellos, compuesto por dos palabras: Llave y revelación.

Fue como un rayo de luz en mi espíritu. En efecto, desde hacía algún tiempo tropezaba con el tema de la existencia de Dios, y estaba desanimado. De repente la luz brilló. La verdadera pregunta no era: ¿Existe Dios?, sino: ¿Dios se reveló? En efecto, sin revelación yo permanecería indefinidamente en la duda.

Así, dos palabras en la cubierta de un libro me liberaron de mis reflexiones estériles. La llave para avanzar en la fe es la revelación, y esta se halla en la Biblia. Esto me condujo a un nuevo punto de partida para leerla con cuidado. Han pasado décadas, y esta lectura todavía sigue alimentando mi fe.

Por nuestras reflexiones personales permanecemos en el dominio humano. Pero Dios está por encima de nosotros, él está sobre todo. Para conocerlo es necesario que una puerta nos sea abierta, una puerta cuya llave es la revelación que él ha hecho de sí mismo. Sin ella el dominio de Dios permanece inaccesible.

Desde el principio hasta el fin de la Biblia, Dios se revela de diferentes maneras a los hombres, a veces lo hace directamente, pero sobre todo lo hace por medio de Jesucristo, quien “es la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Su victoria, su gloria en el cielo y su reino son revelados en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, que significa “Revelación”.

Deuteronomio 28:38-68 – Juan 18:19-40 – Salmo 119:121-128 – Proverbios 26:25-26